martes, 30 de julio de 2019

Espejos, por Natalia Castro







Rostro velado, partes de un trapo sucio y mojado por la lluvia de un cuarto de baño. El desenlace fue la nada, un lazo anudado dentro de tu boca. Y delante el reflejo que con tu lienzo pintaste, cerrabas los ojos y creías que eso era literatura, un cuerpo varado en el incendio teatral de la espera, un mero posar estético como estatua. Fue entonces que el tiempo empezó a delinear tu cuerpo según los designios de la Lengua, con aberturas donde la sangre fluía y dejaba marcas. Quemabas como el sol. De este modo la realidad (el tiempo, entonces, la realidad) fue una lengua-huracán que arrancaba las tejas de tu piel. Pero es tu deber conservar la máscara (triste verdad, únicamente concebible desde lo absurdo del ser), y tan puta, tan humana, mudabas de pellejo. No comprendiste lo inútil, de desnudarte para ojos ciegos.

 Natalia Castro

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